Un buen día el abuelito caminaba por el
parque; Tenía ya muchos años, había vivido una dura postguerra y a pesar que
nunca se quejaba también había vivido una dura infancia en la que tuvo que
comenzar a trabajar muy pronto y muchos días privarse de cosas que hoy en día
no se nos pasa por la cabeza renunciar a ellas ni siquiera un minuto.
El abuelito se cruzó en el parque con un grupo
de niños que jugaban a la pelota en el parque e intentó pasar a una distancia
prudencial para evitar ser golpeado con el balón, aún así, ya sabéis cosas que
pasan, un chut de Manolito directo a la escuadra acabó en las piernas del
abuelito que por poco cae al suelo. Evidentemente el buen hombre no pudo evitar
soltar un alarido de dolor y queja, acompañado de un chascarrillo de esos que
sólo la gente de cierta edad sabe liberar a la atmósfera como si se tratara de
un cohete a la luna; Los niños salieron corriendo, riéndose del pobre hombre y
éste no podía dejar de pensar en que algo esta pasando y que a pesar de haber
vivido tantos años no encuentra una respuesta lógica.
El abuelito siguió caminando a ritmo lento y
tranquilo, afortunadamente el balonazo no lo había tirado al suelo pudiendo
causarle la rotura de un hueso o de la cadera, lo que hubiera resultado fatal a
su edad; De repente observó a los lejos como un joven de unos 40 años (porque
hoy en día somos jóvenes y actuamos como tal hasta que cumplimos los 80)
dirigirse hacia él rápidamente.
Cuando el joven hubo llegado casi a su altura
empezó a vociferar y a soltar a la atmósfera intentos de chascarrillos que como
bien podéis imaginar no tenían ni por asombro el efecto del chascarrillo del
abuelo, podríamos decir que en este caso el cohete a la luna estaba averiado.
Evidentemente se trataba del padre-colega de uno de los niños que habían
golpeado al abuelito y que evidentemente no podía permitir que nadie a su niño
riñera ya que su hijo era perfecto con todo el mundo (aunque en casa no pudiera
sujetarlo quieto un minuto sin que estuviera rompiendo nada o liando alguna).
El abuelito como hombre sabio que era, porque
la sabiduría no la enseña un libro igual que la enseña la vida y los años,
decidió disculparse gentilmente, dar la vuelta y seguir su camino; Cuando llegó
a casa se encontró con su mujer, aquella con la que había pasado toda la vida
peleando por un poco de aire para respirar, un plato de comida para comer y le
dijo: “hoy he visto al niño” a lo que ella contestó: “¿cómo está?” el la miró
con ternura y le dijo: “creo que no muy bien, sigue mal criando a nuestro nieto
para compensar el divorcio, no recuerda para nada que nosotros lo queremos con
locura a pesar de nuestras pequeñas broncas y castigos, a pesar de nuestras
virtudes y defectos, a pesar de sus virtudes y defectos, él no ha aprendido
nada”.
Esta historia pretende una reflexión sobre la
cantidad de padres jóvenes que conozco que se dedican a ser “colegas” de sus
hijos, olvidando su papel de padre y que para más INRI cuando sus padres, esos
nuevos abuelos que han recogido el testigo de nuestros viejos abuelos, intentan
decirles que algo no va bien, los aíslan en un asilo o los ignoran.
Vivimos tiempos en los que el ser humano ha
olvidado algo fundamental, no somos eternos ni invulnerables, debemos de
intentar formar a los miembros más jóvenes de nuestra sociedad en el esfuerzo,
la tolerancia, la solidaridad y el compromiso porque algún día se tendrán que
enfrentar ellos solos al mundo y en ese caso no tendrán a su “padre-colega”
para salvar la situación.
1 comentario:
¡¡Me alegro de tu regreso!!, lo he visto de casualidad repasando mis webs favoritas. Imagino que habrás oido a este hombre: http://www.youtube.com/watch?v=ZfoAsNVkjAM
Lo que dice prácticamente es la biblia de la profesión de padre, y suscribo punto por punto sus palabras, pero es muy muy muy difícil aplicarlo. No obstante, totalmente de acuerdo con tu entrada.
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