domingo, 6 de septiembre de 2015

La solidaridad.

Vaya por delante que me apena terriblemente la situación que están viviendo miles de personas alrededor del planeta y que si me conoces un poco, sabes que me aterra ver el modo en el que nuestro maldito mundo no termina de evolucionar y siguen existiendo y creciendo las desigualdades entre hermanos.

Ahora bien, el motivo de esta entrada es el siguiente. Conozco a cientos de personas que ahora mismo escriben parrafadas sobre la crisis de los refugiados sirios, el terremoto de Nepal (aunque bueno, eso ya no está de moda) o los casos de Ébola en África (casualmente olvidados desde hace un tiempo también)....el caso que muchas de esas personas tienen situaciones en las que podían demostrar compromiso con sus allegados más cercanos.

¿Cómo puedes ser solidario con un anciano sirio si tienes a tus padres olvidados en su casa combatiendo enfermedades como el Alzheimer? ¿Cómo puedes condenar el dolor de un niño sirio cuando en tu ciudad tienes niños que necesitan una palabra de ánimo para salir de su barrio marginal? La solidaridad empieza por uno mismo, sigue por tu entorno y acaba con toda la humanidad.

No puedes vender consejos sobre equilibrio, cuando eres el primer desequilibrado. No debes dar consejos sobre la vida si no puedes manejar la tuya.

Yo no pretendo ser ninguna clase de gurú espiritual, no quiero caer en el error de decirle a la gente lo que tiene que decir o pensar....pero simplemente uso este pequeño blog para plasmar mis inquietudes. Seguro que alguna persona que lea esto se dará por aludida, en vez de cabrearse, le recomiendo que haga lo que yo hago muchas veces, un análisis de conciencia y actuación, para descubrir el verdadero sentido de la solidaridad.

No puedes vaciar el agua del mar con un cubo y una pala, pero si puedes empezar por echar fuera el agua de tu casa y tapar alguna que otra gotera.


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