lunes, 30 de noviembre de 2015

Retales de una vida. Celtas cortos.

Y no es pesimismo.

Y no es pesimismo si digo que firmo 60 años con calidad que 100 años con 40 de decrepitud. Sigo en la misma línea de mis últimas publicaciones, llámame egoísta, no me importa, pero empiezo a entender el lema de los rockeros de los años 70 "vive rápido , muere joven". A lo largo de la vida, he tenido varias experiencias que me han hecho recordar la levedad de la vida, lo corto que puede ser el camino, lo innecesario que resulta comerse la cabeza por cosas que no sabes si van a ocurrir o lo estúpido que es llorar por algo que ya no tiene solución.

En estos últimos años he visto tantas cosas incomprensibles que he dejado de preguntarme la razón de todo, he dejado atrás mi actitud curiosa para reemplazarla por una actitud experimentadora, porque me he dado cuenta de que quizás no es cuestión de saber todo sino más bien de disfrutar de aquellos pequeños momentos que puedes compartir con gente especial que aparece a lo largo del camino.

Como te decía antes, llámame egoísta, no me importa, solo sé que no sé nada, solo sé que el camino se hace al andar, que el destino es incierto y que el viaje está lleno de baches. Me he dado cuenta de que solo aquello que tiene que ser, será, que lo que no va a ocurrir, no ocurrirá y que solo lo que acontece, se vive.

La vida es un juego trucado, en el que todos antes o después vamos a perder, por eso el destino nos invita a disfrutar del paisaje que vamos atravesando cuando el reloj avanza inexorablemente. Yo por mi parte solo quiero reír, disfrutar de las distintas musas del arte, la música, el cine....y no pensar en qué ya me quedan menos años para alcanzar la fase de la decrepitud o quizás con un poco de suerte tal y como he empezado diciendo en alcanzar mis 60 y despedirme por la puerta grande.

lunes, 23 de noviembre de 2015

Adiemus. Enya

El sentido de la vida.

Hoy me preguntaba una de mis enanas loquitas que no entendía el sentido de la vida. Esta niña de 3º de Primaria, no entiende la razón de nuestro nacimiento si después estamos condenados a la muerte.

Es sorprendente trabajar con niños, porque nunca sabes por dónde te van a salir y sobre todo ante este tipo de preguntas te ves en la tesitura de ser sincero con ellos (algo que siempre intento) y a la vez no traumatizarlos demasiado. Así que allá va mi respuesta (evidentemente con vosotros comparto la versión adulta).

El sentido de la vida es personal, cada uno intentamos justificar nuestra existencia larga o corta en función de unas circunstancias que nos rodean. A veces, algunos pensamos que el sentido de la vida lo da el dinero, la familia, el trabajo o el poder. Otras veces, muchos pensamos que el sentido de la vida se encuentra en no olvidar demasiado al niño que has sido y conseguir mantenerlo vivo en nuestro interior, porque el día que dejas de ser niño estás más cerca de ser un anciano e irremediablemente de la muerte. Otros tantos, no perdemos de vista a la muerte como parte de la vida e intentamos valorar cada pequeño segundo, cada pequeño gesto, cada beso, cada momento de felicidad y placer porque sabemos por experiencia propia que la muerte y la enfermedad te acecha a cada momento.

El acoso al que nos somete la muerte, la enfermedad y el sufrimiento no es negativo, simplemente sirve para recordarnos que los momentos de felicidad y placer merecen ser aprovechados al segundo, porque al final todos llegamos al mismo lado y todos nos llevamos lo mismo.

Quizás la versión que más me gusta, es aquella que señala la importancia de disfrutar la vida, haciendo el mínimo daño posible e intentando ayudar de vez en cuando a los demás. He observado que es lo que hacen los niños, así que supongo que el sentido de la vida se encuentra en pequeños gestos diarios que nos sacan o sacan una sonrisa.

lunes, 16 de noviembre de 2015

Benh Zeitlin -- Once There Was a Hushpuppy

Y si algo pasara.....

Y si algo pasara me gustaría afirmar que he sido feliz, que no me puedo quejar de nada y que no me arrepiento en absoluto de lo vivido.

Si mañana ocurriera algo que me impidiera llevar una vida normal y plena, me gustaría que no alargaran mi camino hacia un lugar en el que seguro que estaré mejor y en compañía de gente que me está esperando ya.

Todos nacemos, todos vivimos, todos amamos, todos lloramos y todos debemos morir. No es que me sienta deprimido, ni me siento derrotado, al contrario, me siento pleno. He conseguido mi sueño de trabajar de maestro en un colegio y saboreo cada día como si fuera el último en el que voy a hacerlo, porque realmente es así, cualquier día puede serlo.

No tengo una plaza que me otorgue esa ansiada estabilidad, pero supongo que algunos nacimos para ser viento y vivir siempre en el camino. Supongo que hay que aprender que la vida se pasa siempre en busca de algo, hasta que comprendes que lo valioso está en el camino y no en el destino. En estos años vividos, he ayudado, he hecho daño, he vivido, todo está hecho, todo queda por hacer pero en general estoy listo para lo que venga.

Si alguna vez te he hecho daño, no me recuerdes con rencor; si alguna vez te he ayudado o amado, recuerdame con cariño porque ese será mi legado y recuerda intenta ayudar a alguien que lo necesite para que la vida no se detenga y algo mío quede en tí, al igual que yo me llevaré allá donde vaya cientos de cosas tuyas.

He intentado aprender de toda la gente que me rodea y sobre todo he intentado aprender de mis errores, siendo el principal de ellos el privarme de cosas que son necesarias para mi equilibrio. Ese ansiado equilibrio que nos asusta tanto perseguir y conseguir, aquel que nos hace estar en paz con uno mismo y con los demás.

No podemos pretender vivir como quieren que vivamos o como nos imponen vivir, tenemos que vivir como creamos que tenemos que hacerlo, no olvides nunca que cuando llegue el momento tendrás que estar en paz contigo mismo.

 Si algo mañana pasara me quiero despedir de tí con el abrazo y el beso que te mereces, hasta la vista.

lunes, 2 de noviembre de 2015

Tuve que correr. El gran Antonio Vega

La huida.

Llega un momento en la vida en el que creo que llevo toda mi vida huyendo. Mucha gente me llamará exagerado, pero es cierto que he tenido que correr como si no hubiera mañana en numerosas ocasiones.

Para determinadas cosas creo que crecí muy rápido, para otras muchas creo que no tanto. Pienso que uno nunca es lo suficientemente maduro para asimilar el dolor que la vida te produce en forma de muerte y enfermedad.

Incluso hoy en día, huyo de ciertas cosas que lamentablemente siempre me acaban de alcanzar, por mucho que corro, el dolor, la soledad y el miedo me acaban alcanzando. La mayor parte del tiempo, me siento orgulloso porque consigo controlar mi parte irracional que se esconde en esos sentimientos, pero en otros me siento vulnerable e indefenso ante una vida que me viene y me golpea.

Afortunadamente, desde hace un tiempo comprendí la levedad de la vida y lo insignificante del espacio y el tiempo porque vivimos de prestado y estamos de paso. Una parte de mí está ansiosa por comprobar lo que hay después de la vida, otra entiende que aún le quedan muchas cosas por hacer aquí.

Supongo que lo único que puedo hacer es seguir huyendo hacia delante, una fuga constante y eterna.