martes, 21 de mayo de 2013

Gracias.

Como viene siendo costumbre desde hace ya cinco años, los exámenes de mi carrera coinciden con la fecha en que Lucía murió. Parece que hasta eligió la fecha con conocimiento de causa, porque en estos días en los que las dudas y el miedo sobrevuelan mi cabeza, ella aparece para recordarme lo importante de la vida.

Muchos de vosotros os preguntaréis porque este año apenas he escrito pero podéis observar como conforme avanza la carrera tengo menos tiempo para hacerlo, pero os prometo que cuando acabe este blog volverá a cobrar vida.

Este año por circunstancias no he podido estudiar mucho para los exámenes que me vienen, he estado más enfermo de lo que pensaba, la enfermedad de mi madre empeora día a día (y aunque intento mantenerme al margen me afecta) y por supuesto mis problemas laborales (al igual que tantos millones de españoles), pero afortunadamente tengo a Lucía pare recordarme la gloria de la lucha diaria.

Miro atrás y recuerdo cuando pensaba que la felicidad era algo que quería encontrar en mi futuro, pensaba cómo quería que fuera mi vida a los 30 años y años después, aprendí que la felicidad nunca la encontrarás en el futuro ya que sólo esta en el presente y junto a la gente que quieres.

Mi vida ha estado lleno de errores y sin embargo soy un afortunado de poder intentar enmendarlos, uno de ellos fue nunca darle un beso a Lucía o decirle lo que la quería y lo que me gustaba, ella me enseñó que no hay nada más absurdo que guardar un sentimiento para después... ¿para después de qué?

He dicho muchas veces que las lecciones que se aprenden en una cama de hospital o a los pies de una lápida son las que nunca olvidas y esto lo aprendes una vez que te ves en una situación parecida; La vida es una estrella fugaz a la que pedimos deseos para un mañana que no sabemos si llegará, sin pararnos a pensar que la clave está en cumplir nuestros deseos un poquito todos los días.

Lucy me regalaste algo que no se compra con dinero, me regalaste coraje para enfrentarme a quien era y ver quién quería ser, era un ciego anclado en el dolor y en el miedo, ahora te aseguro que no tengo miedo a nada, ni a nadie y menos aún a unos estúpidos exámenes, mientras tenga fuerzas te demostraré que aprendí la lección, GRACIAS.

Tus amigos te queremos y te recordamos.


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