martes, 25 de marzo de 2014

A veces no me conozco.

Esta semana se ha jugado un importante partido de fútbol, y digo importante, porque parece ser que todos mis amigos por lo que leía en el whatsup no tenían en la cabeza otra cosa. A veces echo de menos esos tiempos en los que ganar dinero, ver fútbol y consumir ocio ocupaba la mayor parte del tiempo mi cerebro, digamos que era una persona sin muchos quebraderos de cabeza.

Pero un buen día me mire fijamente en el espejo, y una vez que te aguantas la mirada en el espejo, ya no hay vuelta atrás, porque prefieres morirte de hambre que seguir siendo quien eras. Te das cuenta de que necesitas cambiar, te sientes vacío y observas lo corta que es la vida, como para no hacer nada por nadie.

Todos los seres humanos somos hermanos, todos necesitamos un abrazo, una palabra de ánimo, un pedazo de pan espiritual que nos ayude a seguir con nuestra pesada carga un poco más; desgraciadamente algunos no tienen nada ni a nadie, mientras que algunos compran minutos de felicidad.

Vivimos en una sociedad en la que cada vez más gente pasa necesidades de muchos tipos y necesitamos educar a los que vienen en la cultura de la comprensión y el esfuerzo por hacer de este mundo un lugar mejor; nos han vendido la idea de la inmortalidad, sin darnos cuenta de que lo único que dejaremos en este mundo es lo que no nos podremos llevar, nuestro legado no es cuestión de más o menos dinero, nuestro legado es una cuestión inmaterial, imperecedera e infinita.

Pero para ser capaces de dejar algo, tenemos que ser capaces de mirarnos en el espejo y empezar por cambiar nosotros mismos, si no lo hacemos, todo esta perdido.

Y a veces echo de menos el no pensar para no sufrir, pero entonces recuerdo al hombre que solía ser, egoísta y ambicioso, me dan nauseas y recuerdo el calorcito que siento al actuar como tengo que actuar, para poder aguantarme la mirada en el espejo.

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