lunes, 11 de agosto de 2014

No me importaría.

En la hipotética mitad del camino creo que no me importaría morir en un acto de valentía o cobardía según se mire. Por un lado, me aterra pensar que no voy a poder alcanzar en esta vida una plenitud laboral por haber encontrado tarde mi verdadera vocación y por otro lado considero que he sido muy afortunado de poder vivir la vida que he vivido. En este extraño pulso se encuentra mi vida, ya que de sobra sé que para convertirme en un buen docente, necesariamente he tenido que experimentar situaciones que en un desarrollo vital más lineal no hubiera vivido.

Mucha gente se empeña hoy en día en que los docentes tienen que estar muy preparados, tienen que tener muchos títulos y "papelitos" en los que ponga que están cualificados más que de sobra para enseñar a leer, escribir, multiplicar, dividir, Inglés etc...pero olvidamos una cosa, ¿cómo puede alguien saber lo que está sintiendo un niño o adolescente ante la pérdida de un ser querido o un suspenso injusto o justo si no lo ha experimentado antes?

Me encanta ver a gente dar charlas sobre drogadicción con historias sacadas de la wikipedia...¿cómo hablar del dolor de ver el resultado nefasto de la droga en tus amigos de la infancia? o gente que habla de fracaso escolar con expedientes brillantes...No digo que no haya gente valida para realizar este trabajo sin la necesidad de haber experimentado ciertas cosas, simplemente defiendo a la Escuela de la Vida, aquella por la que todos hemos pasado y nos ha enseñado mucho más que un libro de texto.

Supongo que por mi parte ya he tenido suficiente, he llorado y he reído con el amor, he sido amado y he amado, he aprendido y me he equivocado, ahora simplemente estoy preparado para decir adiós, esperando que en la próxima vida no se me olvide todo lo que he aprendido en ésta y pueda llegar a ser un buen docente y aceptar la muerte de mis seres queridos (un aprendizaje que aún me falta por alcanzar).

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