martes, 10 de enero de 2012

Santos.

Hace años escribí una entrada que se llamaba la espada de Damocles, fue una entrada dedicada a una amiga que estaba convaleciente en el hospital y que desgraciadamente hoy no está... ¿o sí está? Esa entrada fue para animarla porque veía su muerte cerca, intenté con esa entrada hacerle ver que todos nacemos y todos morimos algún día, que la vida es una ruleta rusa con muchas balas y creo que no conseguí animarla para nada.

Hoy me acuerdo mucho de ella, este fin de semana en el hospital, incluso creo que he llegado a verla al lado de la cama de mi madre cuidando de ella, muchos pensaréis que estoy loco...no me importa la verdad.

Yo me considero una persona espiritual, creo que hay cosas que se escapan a nuestra razón y que nuestros ojos no pueden ver, sólo podemos verlas con nuestro corazón.

Me enseñaron a rezar las oraciones de Jesús, pero tras profundizar más sobre la figura de esta persona emblemática de la historia, aprendí a rezar como Él lo hacia. Este Sábado rece y le pedí a todos esos santos en los que muchos no creen que ayudaran a mi madre a tener una buena muerte y no la que estaba teniendo.

Esos santos no os confundáis, no se llamaban Antonio, Francisco etc mis santos se llaman Augusto, Josefa, Lucía, Francisco, Francisca, Ramón, Sacra... son todos mis familiares y amigos que me han demostrado lo que es ser un verdadero santo, una persona sacrificada a los demás, honrado y dando lo mejor de ellos mismos hasta su último suspiro.

Pues como decía me pareció ver a mi buena amiga Lucía, con su pijamica verde y su pañuelo en la cabeza, acariciando la cabeza de mi madre, no sería de extrañar porque era la clase de persona que era todo corazón y si alguien mereciera ser santa sería ella. He hablado con mucha gente que la conocía de diferentes contextos y todos coincidían en la gran persona que era...pero yo me aventuro a decir que aún no se ha ido que todavía cuida de todos nosotros y que nos basta con cerrar los ojos para recordarla.

La única pena que me queda al respecto es no haber tenido más tiempo para conocerte.

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