martes, 22 de mayo de 2012

Adiós Picapez.

Hace algún tiempo escribí en este blog sobre un amigo de infancia al que había visto en la calle tirado pidiendo y en unas condiciones lamentables.

Hoy me han dicho que ha fallecido, seguramente de sobredosis al igual que tantos otros amigos míos de la infancia; Mi barrio no era especialmente malo, simplemente nacimos en una época de cambios en la que pasamos de una férrea dictadura a una democracia en la que parecía estar todo permitido y en esta atmósfera de libertad algunos se confundieron en sus decisiones, transformando la libertad en libertinaje.

Últimamente no puedo evitar sentir pena al salir a pasear por el centro de mi ciudad, observando como la cantidad de pobres aumenta día tras día, gente que como mi amigo Picapez tomó malas decisiones en su vida pero no por ello dejan de ser personas.

Me siento mal y se me oprime el pecho ya que considero que últimamente debido a mi poco tiempo libre no estoy haciendo nada por ellos y estoy deseando acabar mis estudios, tener algo de estabilidad laboral para volver a la batalla.

Creo que la base de todo el problema se encuentra en la educación, si somos capaces de educar a las personas como personas obtendremos personas pero si por el contrario educamos a las personas como animales tendremos animales.

Tengo muchos amigos que se dedican a la educación e incluso muchos de mis profesores de mi carrera me acusan de ser un soñador utópico, que debo de ser consciente de que no puedo cambiar la vida de nadie y que tienen serias dudas de que incluso llegue a dar clase.

Supongo que algún día cuando acabe la carrera, tendré que centrarme más en mi trabajo (si es que aguanta) o buscar un trabajo que me permita una ganarme la vida y que sobre todo me deje algo de tiempo para intentar de una manera u otra, en un parroquia, en un colegio como voluntario, en mi la comunidad de vecinos, dónde sea y cómo sea intentar que los picapeces del futuro tengan una oportunidad de ser personas.

No puedo terminar de escribir esto sin recordar al Bulica, a Picapez y a tantos otros que he ido dejando en el camino y sin volver a gritar ¡Maldita droga!

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