viernes, 25 de julio de 2014

El vals.

Dice mucha gente que la vida es un vals y creo que están en lo cierto ya que está llena de giros y su acompañante es la muerte.

No podemos entender la vida sin la muerte y por tanto la muerte sin la vida. Todos tenemos una fecha de caducidad, la cual es un misterio. Nos creemos seres perfectos, dioses que van a vivir eternamente, sin darnos cuenta de que somos efímeros.

Muchos se empeñan en conseguir la máxima riqueza posible o vivir en sus hijos una extensión de su propia vida...lamentablemente ninguno de estos mecanismos de defensa ante el pavor que produce la muerte consigue aliviar el sufrimiento que produce el fin de nuestra existencia.

Cuando has mirado a la cara a la muerte, eres consciente de que lejos de ser un proceso doloroso, es un momento de liberación, en el que vuelves al origen de todo, vuelves a ser feliz y descansas de todos los infortunios que tiene la vida.

Agarrarse a cosas materiales para encontrar la felicidad no tiene mucho sentido porque nada de eso nos acompañará en ese último viaje (¿o acaso es el primero o segundo?). Las experiencias que hemos sido capaces de vivir y han henchido nuestra alma son la única riqueza que atesoraremos y que al mismo tiempo dejaremos a las futuras generaciones.

Llena tu alma y tu corazón con buenas experiencias, esas que cuando mires atrás recuerdes con una sonrisa y todo habrá valido la pena.

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