miércoles, 20 de febrero de 2013

Sal de mar.

Somos el agua del mar y nuestro alma es la sal. Nuestra vida es una disolución de sal y agua, agua y sal, sonrisas y lágrimas, llanto y alegría.

Desperdiciamos nuestra vida entera peleando por ser felices o por averiguar quienes somos y no nos damos cuenta de que lo único que vale la pena, es encontrar un poquito de tranquilidad.

Por desgracia para nosotros, ese equilibrio se encuentra en nuestro interior, y digo desgraciadamente porque la mayor parte del tiempo nos dedicamos a dudar de los demás sin darnos cuenta de que quizás tenemos que empezar a dudar de nosotros mismos.

Cuando no dudas de ti mismo y das por sentado que tu vida esta organizada y orientada de cierta manera, corres el peligro de despertar un día y darte cuenta de que eso no es así, si esto ocurre...pobre de ti.

Pobre de ti, porque quizás es demasiado tarde para recuperar y reorientar tu vida, de sobra es sabido que luchar contra el tiempo es tarea imposible, porque el tiempo siempre nos lleva ventaja.

Los segundos se empeñan en convertirse en minutos, los minutos en horas, las horas en días, los días en semanas, las semanas en meses y los meses en años...De que te das cuenta sólo queda la sal observando como el agua se ha evaporado y espera ansiosa que alguien la recoja para darle un nuevo uso, una nueva vida en la que aprovechar la experiencia ganada.

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