jueves, 12 de septiembre de 2013

Seguimos a tortas con el amor.

Hace unos meses caminaba por una gran ciudad acompañando a dos personas a las que aprecio mucho y que no andaban pasando su mejor momento como pareja.

Es una relación de pareja que yo no entendía muy bien porque no es lo convencional que podría ser y al mismo tiempo es el tipo más tradicional que puede ser, ya que la historia está llena de ejemplos Romeo y Julieta, Isabel y Juan (los amantes de Teruel), Calisto y Melibea (la celestina) etc...



No entendía la historia porque yo hace algún tiempo viví la misma historia desde una perspectiva diferente y quizás por aquel entonces mi rencor y orgullo no me dejaba ver algo tan obvio como que no puedes obligar a nadie a que te quiera y mucho menos del modo que tú quieres que te quiera.

Pero tras pasar con ellos un día maravilloso que empezó con tormenta y acabo con una tarde radiante de sol, comprendí que están hechos el uno para el otro, aunque el miedo no les deja ver más allá.

Desde hace unos años, mucha gente me acusa de ver muy fácil la vida, piensan que mi cambio de chip se debe a acontecimientos recientes en mi familia o piensan que por el hecho de ser calvo debo ser inteligente o porque quizás hace algún tiempo encontré a una persona que me acompaña en mi soledad; A toda esta gente les puedo decir que mi vida para nada es fácil, que tengo muchos más problemas que nunca, que evidentemente estamos pasando una situación familiar complicada que me sirve para darme cuenta de lo que es el amor de verdad y que por supuesto esa persona que me acompaña en mi soledad me aporta equilibrio y tranquilidad, pero mi fortuna es haberla encontrado no como pareja sino como amiga, ya que es genial.

Nos pegamos media vida suplicando y sufriendo por miles de cosas, lloramos y pataleamos por no encontrarlas y cuando las encontramos el miedo nos bloquea, nos impide dar pasos en la dirección oportuna para conseguirlas y nos empeñamos por poner excusas que resulten creíbles ante los ojos de los demás, sin darnos cuenta que a nosotros mismos no nos podemos engañar.

Somos peces que pasean por las peceras de las ciudades buscando nuestra media naranja y a veces no nos damos cuenta de lo cerca que está; Intentamos encontrar el sentido de nuestra vida pero no nos paramos a buscarlo dentro de nosotros ya que nos dejamos engullir por la vorágine de las prisas del mundo, buscamos el amor sin querer amar por no sufrir y vamos avanzando por la carretera de la vida simplemente sin darnos cuenta de que el destino es el mismo.

La única manera de conseguir cosas en la vida y entre ellas el amor, es apostando, sin miedo al resultado, pensando en lo efímero de la vida, en que no se puede dar nada por hecho y que cada día es una oportunidad para vivir, amar, rezar, comer, amar, llorar, reír....

De todos modos me gustaría terminar diciendo a estos amigos que aquí me tienen que sin miedo a parecer la casamentera celestina alcahueta, pueden contar conmigo para lo que quieran porque los aprecio y sólo deseo su felicidad, para la cual tengo claro que tienen que perder un poco sus miedos y apostar primero por ellos mismos de manera individual y después como pareja.

No hay comentarios: