miércoles, 30 de octubre de 2013

Llega el frío.

Llega el frío a mi ciudad y muchos se ponen a temblar, sin embargo para algunos el frío nos recuerda que estamos vivos y nos carga las pilas.

Las noches heladas nos recuerdan lo afortunados que somos de tener hoy por hoy una familia y un techo en el que el calor no viene solo de las estufas y calefacciones; nos hace recordar con cariño a la gente que nos dio su calor y que desde algún lugar sigue haciéndolo.

El frío de mi ciudad es sinónimo de mantita y buena compañía, de aire fresco para mis pulmones y de volver a coger mi gorro de lana que una muy buena amiga me regalo y de la cual me acuerdo siempre que me lo pongo a pesar de que hace tiempo que no la veo.

Para los ogros que perdimos el pelo por la mala leche que teníamos el frío sirve para recordarnos que no vale la pena enfadarse por nada, ni sufrir en exceso, es mejor intentar afrontar la vida con una sonrisa, ya que lo único que podemos hacer es poner buena cara al mal tiempo.

Las bajas temperaturas nos invitan a ser valientes, a afrontar el día a día con energía y a valorar cada rayo de sol dando las gracias por ellos, nos recuerda que la vida es justamente eso, un sol entre cielos cubiertos, es cuestión de aprovechar esos rayos de sol sabiendo que no sabemos bien hasta cuando veremos otros.

Para mi frío del alma, tengo la fortuna de tener buenas personas dispuestas a abrigarme, no penséis que os olvido, sois el combustible de mi calefacción.

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