martes, 15 de marzo de 2011

Cuesta abajo y sin frenos.

Llega un momento en el cual la vida nos demuestra que no es de color de rosas; La muerte de un ser querido, el primer amor con su correspondiente primer desamor, las primeras decepciones de los que creíamos amigos etc...

En ese momento en el que perdemos la inocencia nuestra vida se transforma en una cuesta abajo y sin frenos, como niños subidos en un carro de supermercado en una pendiente, nos vemos a tomar decisiones a toda felicidad para las cuales quizás no estamos preparados.

En el mejor de los casos puedes tener personas a tu alrededor que te aconsejan sabiamente y quizás tienes la suerte de prestarles atención y escuchar sus sabios consejos.

Pero no en todos los casos esto sucede, muchos niños se ven sobre pasados por la velocidad que alcanza el carro, no son capaces de escuchar a nadie en su caída libre y se ven condenados a volcar.

El objetivo fundamental que hemos olvidado los adultos es conseguir que los niños puedan manejar ese carro o que al menos si no saben manejarlo que una vez que caigan consigan levantarse rápidamente.

Pero sobre todo la misión del adulto es nunca dejar de pensar como un niño para realmente comprender lo que es la vida, porque realmente la única vida auténtica es la vida que vivimos cuando somos niños.


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