miércoles, 20 de julio de 2011

Me duele una uña.

Estos días atrás dándole vueltas a mi cabecita loca pensando en lo bonito y duro que tiene que ser educador de personas con necesidades especiales.

Exactamente no conozco el lugar en el cual radica esta necesidad, quizás siempre he pensado que la gente con algún tipo de deficiencia física o psíquica son grandes ejemplos de superación y que se merecen todo nuestro apoyo y respeto.

Pienso que una sociedad que quiera presumir de ser civilizada debe de comenzar por atender las necesidades de la gente más vulnerable a ser excluida.

Aunque no os lo creáis, todavía hay mucha gente que mira por encima del hombro a estas personas y la verdad no lo entiendo.

Conozco gente en silla de ruedas que le ganaría una carrera al viento, conozco gente ciega que sería capaz de leer tres libros en dos días, conozco gente con retraso mental que tienen un corazón y un sentido común por encima de la media.

Toda esta gente me ha enseñado que la vida se tiene que vivir con coraje, que no puedes levantarte por la mañana y pensar que ese dolor de uña tan molesto te va a impedir trabajar o conseguir lo que quieres.

Siempre he pensado que el ser humano a pesar de lo que digan unos e intenten demostrar otros es alucinante, somos capaces de lo mejor (por supuesto que de lo peor también pero hoy no es el caso que nos ocupa).

El miedo que me da es que en una sociedad cada vez más deshumanizada, más fría, en la que la imagen lo es todo, en la que la persona que triunfa es aquella que menos escrúpulos tiene ¿dónde van a quedar todas estas personas? Por suerte creo que al mismo tiempo que esta deshumanizada sociedad crece también crece el pequeño número de personas dispuestas a ayudar a esta gente a realizarse como personas y al mismo tiempo ser ayudados por ellos, abriendo los ojos del corazón y diciendo "gracias por recordarme que mi dolor de uña no me impide levantarme y continuar".

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