Mis amigos de siempre parecían empezar lo que era una vida independiente a nuestra amistad y con algunos de otros amigos parecía no conectar del todo, así que me decidí a conocer nueva gente.
La verdad es que la cosa no pudo ir mejor, conocí una persona que me pareció realmente buena gente, era una muchacha que estaba casada y con un niño pequeño. Por su estado civil me hablaba mucho de lo mal que lo pasaba para poder hacer nuevos amigos y amigas ya que parecía que los hombres no sabemos tener amigas y con las mujeres parece que no se llevaba igual, la verdad nunca me importó que estuviera casada, al contrario insistí en conocer a su marido y con su pequeño la verdad es que me encariñe muy rápido ya que el crío se hacía de querer.
El problema es que tengo la certeza de que esta persona metió la pata hasta el fondo con un tema que no le incumbía y que a mí me afectaba de manera directa, en un primer momento me molestó pero seguidamente me dispuse a darle la oportunidad de disculparse y para mi sorpresa su reacción no fue disculparse, todo lo contrario prefirió atacar y hacerse la víctima.
La gota que colmó el vaso fue unas palabras que su marido me dirigió una noche en plan gracioso pero que a mí no me hicieron ni pizca de gracia.
Pero a lo que voy, esta persona se quejaba siempre amargamente de no tener amigos, pero se lo olvidaba una regla no escrita básica de la amistad, hay que saber reconocer cuando uno se equivoca ¿cómo se sentiría ella si yo contará cosas que sé y que no vienen a cuento? Bueno pues si yo hubiera hecho algo parecido si su amistad me importara, debería pedir perdón y no pasa nada, los amigos están para eso para perdonar y para ser ser perdonados.
Por desgracia esta chica decidió tirar por la puerta del medio, seguir encerrada en un mundo que inevitablemente le va a conducir a una sensación de soledad que ni su marido que me consta que la quiere con locura, ni sus hijos van a poder cubrir porque en el fondo todos necesitamos amigos ¿pero estamos dispuestos a ser amigos?
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