miércoles, 8 de abril de 2009

Las procesiones del alma.

Hace años no comprendía muy bien el significado de las procesiones.

Ahora en el ecuador de mi vida me he dado cuenta de que las procesiones no son tambores y caramelos, ni nazarenos, ni siquiera imagenes representando la historia mas grande jamás contada.

Las procesiones nacen en el corazón, con el paso de los años todos hemos sufrido algún via crucis personal en forma de pérdida de algún ser querido o alguna situación injusta.

La historia que celebramos en Semana Santa no es otra que la de una injusticia infinita, una persona buena y noble que por defender a los pobres y a los inocentes acabo con la muerte más horrible que se pueda imaginar pero con la grandeza que sólo esta al alcance de unos pocos, perdonando a quien le estaba quitando la vida.

A lo largo de mis 31 años he visto como ha pasado gente por mi vida que se ha dedicado a hacerla horrible, gente que ha pasado y se ha ido dejando huella, dejándome con ese sabor agridulce de haber podido conocer gente tan buena pero sin apenas tener tiempo para conocerla más.

Cada vez que escucho un golpe de tambor, es un golpe en mi corazón, un golpe de rabia y furia por cada una de las injusticias del mundo, un golpe para recordar a los que no están, un golpe para recordarme la suerte que tengo de estar vivo y de tener a la gente que tengo alrededor.

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